El ritmo del descenso varía en función de las medidas que se implementen, pero reducir la presión sobre los coches privados, aumentar el uso del transporte público, la bicicleta y caminar podría suponer una reducción significativa de los accidentes de tráfico de aquí a 2050.
Los cálculos corren a cargo de EIT Urban Mobility, una iniciativa del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología, que publicó este martes el informe “Costos y beneficios de la transición a la movilidad urbana”. El documento analiza tres escenarios para las ciudades europeas, y la reducción de las muertes en carretera podría oscilar entre el -41,4% y el -70,3% a mediados de siglo, si se consideran todos los modos de transporte y se hace la comparación con el año 2022.
Esto sólo sucederá si se implementan medidas que aumenten la seguridad de los usuarios vulnerables de la calle, como los peatones y los ciclistas, y que reduzcan el tráfico motorizado en las ciudades. Esta reducción, se lee en el documento, se produciría de dos maneras: implicando un mayor uso de autobuses y sistemas de metro y mediante la construcción de infraestructura específica (carriles bici y zonas peatonales) y la instalación de medidas para calmar el tráfico, que “mejorarían la seguridad”. “
A pesar de una reducción significativa desde la década de 1990, Portugal sigue siendo uno de los 27 países con más muertes en las carreteras. Según datos de Eurostat, sólo Rumanía, Bulgaria, Croacia, Grecia y Letonia tienen mayores accidentes de tráfico por millón de habitantes que Portugal, donde el 78,4% de los accidentes con víctimas se producen dentro de las localidades (datos de la Autoridad Nacional de Seguridad Vial de 2022).
Aunque la Unión Europea se ha fijado el objetivo de lograr cero muertes en las carreteras, las cifras recientes muestran un “progreso estancado” en varios países, se lee en el informe Movilidad Urbana del EIT, que también analiza el potencial para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. el componente económico de la transformación de la movilidad urbana.
Una cuestión de velocidad
El primer escenario estudiado consiste en invertir en infraestructuras y sistemas de transporte público, en movilidad compartida y fomentar la movilidad activa (a pie y en bicicleta). Este camino deja la elección en manos de los ciudadanos, sin que existan “restricciones severas”, se lee en el documento.
El segundo conjunto de medidas implica regular y gestionar la demanda, crear zonas de cero emisiones o áreas donde el acceso de los automóviles esté restringido y aplicar políticas como peajes o aumentar los precios del estacionamiento. Se trata de medidas que dirigen a las personas hacia otros modos de transporte que ya se han aplicado en varias ciudades europeas. Aunque sólo es posible cambiar los hábitos de movilidad con “fuertes restricciones de acceso”, los autores del informe consideran que existe una “alta probabilidad” de que éstas no sean “fácilmente aceptadas” por la gente.
El tercero, considerado más eficaz para reducir no sólo las muertes en carretera, sino también las emisiones de gases de efecto invernadero, resulta de una combinación de medidas de los dos primeros escenarios. Bajo este supuesto, el uso de vehículos privados motorizados caería un 16% para 2030. En los escenarios uno y dos, la dependencia del automóvil también disminuirá, pero a un ritmo más lento.
Cualquiera de los tres conjuntos de medidas permite alcanzar el objetivo del Pacto Verde Europeo (reducir el 90% de las emisiones de este tipo de transporte de aquí a 2050). A este resultado esperado contribuye no sólo el peso del uso del coche privado para viajar, sino también el proceso de electrificación de los vehículos.
Aun así, al igual que ocurre con la reducción de accidentes, las medidas pasan por velocidades diferentes: sólo el tercer escenario permite alcanzar los mismos objetivos de aquí a 2030.
Para la directora ejecutiva de EIT Urban Mobility, Maria Tsavachidis, este trabajo “subraya la urgencia de priorizar las inversiones adecuadas para una movilidad limpia, así como su retorno positivo para la salud y el medio ambiente”, afirma, citada en un comunicado. Considera que el transporte público es “la solución más inclusiva y asequible para reducir las emisiones de dióxido de carbono”, pero es necesario “un esfuerzo coordinado” -desde el nivel de las ciudades hasta el nivel europeo- “para garantizar que se hagan las inversiones necesarias” para la transición.
El informe prevé que alcanzar los objetivos supondrá una inversión de al menos 1.500 millones de euros, de los cuales un tercio se destinará a medidas de movilidad sostenible. A pesar de la escala, los autores consideran que las ganancias, si se calculan todas las externalidades, “superan los costos” en los escenarios dos y tres.