Si António Costa no hubiera sido candidato a la presidencia del Consejo Europeo, ¿habríamos visto filtrarse información de una investigación criminal? No tendrían tanto interés ni el mismo momento político.
El contenido de las escuchas publicadas este martes vuelve a alertarnos de un viejo problema. Hay cierta justicia y cierto periodismo que parece priorizar el interés político y la controversia.
El interés público no justifica el uso de escuchas telefónicas sin relevancia criminal. Incluso hubo un presidente del supremo que decidió destruirlos, pero fue detenido por una decisión judicial formalmente legítima pero inquietante que llevó a que siguieran existiendo en el proceso.
El uso generalizado de las escuchas telefónicas
Las interceptaciones telefónicas deberán utilizarse excepcionalmente. Siempre violan derechos fundamentales protegidos en la Constitución de la República. Por eso se utilizan como prueba cuando el interés jurídico en cuestión es superior a los derechos vulnerados.
Pero desde hace varios años, los tribunales han convertido su uso en algo habitual. Gran parte de la investigación comenzó a realizarse sentado con el auriculares. Esto quedó claro, por ejemplo, en 2007, cuando se produjeron varios homicidios durante la noche en Oporto. La policía había dejado de cultivar información de campo y la investigación inicial no consistió más que en escuchas telefónicas que no ayudaron a esclarecer los crímenes.
En este caso los presuntos delitos son de distinta naturaleza pero recordar esto es importante: las interceptaciones siguen siendo parte fundamental. No hay duda de que hubo un juez que autorizó las escuchas telefónicas de João Galamba y que António Costa no fue el objetivo directo.
Una vez aquí, la pregunta sigue siendo: ¿cuál es el interés público o judicial de saber que el ex primer ministro habló por teléfono con el entonces ministro sobre la necesidad de destituir a la entonces directora general de TAP, Christine Ourmières-Widener?
¿Y si por absurdo hubiera argumentado que era necesario retenerla para demostrar a la opinión pública que el Gobierno que la contrató no era una veleta? Hay una especie de ingrediente mediático que sirve a los ciudadanos y que puede interesar a dos partes: la defensa del entonces director general de TAP y los opositores de Costa.
No hay recuerdo de otras escuchas telefónicas sin relevancia criminal que se mantengan en algún caso. Y la calidad de algunas decisiones judiciales y medios de comunicación que puede tener efectos en todos nosotros y en el Estado de derecho.
Un fiscal y un presidente del Tribunal Supremo consideraron que las escuchas telefónicas, que no tenían relevancia penal, debían ser destruidas. Otro diputado consideró posteriormente que no tenían conexión con los hechos investigados en Operación Influencer, pero también admitió que podrían tenerlo en el futuro. Y el presidente del Tribunal Supremo que le siguió estuvo de acuerdo. ¿En qué condiciones? Precisamente como juez de instrucción (de derechos, libertades y garantías) porque está en juego un primer ministro.
El ejemplo opuesto de las escuchas clandestinas de Sócrates
No fue así en 2010, cuando la entonces presidenta del Tribunal Supremo, Noronha de Nascimento, ordenó su eliminación. intervención a la línea telefónica No cara oculta en el que el entonces Primer Ministro José Sócrates fue captado en conversaciones con el objetivo: Armando Vara. Consideró que el contenido era personal y no tenía relación con el proceso ni indicaba delito. El entonces Fiscal General de la República Pinto Monteiro tenía la misma postura, aunque otra parte del MP tenía una opinión muy diferente.
También entonces, las escuchas telefónicas interesaron a una de las defensas. Ricardo Sá Fernandes, abogado de Paulo Penedos, dijo que “todo el proceso fue arruinado” por su ruinalo que recién sucedería en septiembre de 2014, luego de mucha polémica judicial y mediática.
El desenlace y la actuación de la Justicia fueron diferentes: el contenido de las escuchas en las que fue captado Sócrates nunca se supo.
Volviendo a Galamba y Costa, la tesis es diferente y orwelliana. Los delitos que cometemos ahora no son delitos, pero las pruebas que no son prueba de nada recogidas por la vigilancia que se hizo sobre delitos que no son delitos se deben mantener porque nunca se sabe si lo que no es delito puede convertirse en uno. Te hace pensar en el Ministerio de la Verdad. Para algunos, la Constitución de la República, el Código Procesal Penal y el Código Penal estaban contaminados por el libro. 1984.
Y ahora ¿quién evalúa la justicia? Es posible realizar inspecciones e incluso la apertura de investigaciones penales para escudriñar lo que no debería suceder. Y también hay jueces y fiscales ejemplares.
El MP investigará la filtración de información. Quiere saber quién escuchó los periódicos. Pero la justicia debería preocuparse por evaluar mejor la calidad de sus decisiones junto con la sociedad y de manera abierta. El pacto por la Justicia, que Marcelo Rebelo de Sousa reclama desde hace tiempo, es cada vez más importante.