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El Benfica de Lage aprueba matemáticas, pero (todavía) no filosofía

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Cuatro goles del Benfica, uno del Santa Clara y una noche general tranquila en Luz. Así fue el Benfica-Santa Clara de la I Liga, este sábado, un partido cuyo resultado puede engañar.

¿Suena extraño decir que un equipo que ganó 4-1 no jugó un partido fuera de este mundo? Suena. Pero los hechos son los que son: el Benfica no creó tantas oportunidades de gol mientras “hubo un partido”, no fue muy competente para desmantelar a Santa Clara y marcó cuatro goles para un valor de goles esperado de sólo 1,75, mientras que Santa Clara estaba “vivo” (75′).

Traducido por niños, esto significa que, dependiendo de la probabilidad de éxito de las oportunidades creadas, el equipo “debería” haber marcado menos de dos goles, pero marcó cuatro. Es decir, terminó muy bien con lo poco que creó hasta que se rompió el juego, con Santa Clara listo para irse a casa. Y eso tiene valor, porque el fútbol se basa en goles y eficacia, pero sugiere, como mínimo, prudencia a la hora de analizar el resultado multitudinario y las oportunidades creadas en los últimos diez minutos.


En la asignatura de matemáticas, el Benfica aprobó. En filosofía –la del juego– todavía hay que examinarlo, aunque ya se han observado algunos avances.

Otamendi fracasó

¿Cuál es el peor comienzo posible para un nuevo entrenador? Hay varios, pero una buena apuesta es un gol encajado en casa. Es peor si es en el primer minuto. Peor aún si se trata de un error de un jugador de un sector en el que el técnico tuvo que decidir dejar fuera a un deportista que mostró un buen nivel al inicio de la temporada: Tomás Araújo, que vio dejar salir a la dupla formada por Otamendi y António Silva. Vinícius se escapa desde el banquillo (fallo individual del argentino, que falló un corte fácil). El gol llegó de Vinícius, que se aisló y le hizo un hat-trick a Trubin.

Para el Benfica, el gol no cambió mucho. Tenía que marcar goles, perdiendo 1-0 o empatando 0-0. En ese sentido, es importante entender lo que el equipo podría hacer.

Bruno Lage montó un sistema híbrido entre un 4x2x3x1 y un 4x3x3, con Kokçu y Rollheiser como centrocampistas interiores, pero con más libertad para el argentino. Este es el sistema en el que el turco destacó en el Feyenoord: ni como 8 constructor y equilibrador, ni como 9,5 entre líneas. Kokçu destacó precisamente como el interior más libre del 4x3x3, pero, a pesar de que el sistema de Lage le situaba en ese hábitat de buenos recuerdos, el técnico le situó en un rol diferente: no como el interior más libre, que era Rollheiser, sino como el el más defensivo, que viene a construir atrás y no tanto definir adelante.

Pero hay algo que es poco probable que Kokçu cambie: es que siempre será más un definidor y rematador que un constructor y recuperador. Mientras construía con los centrales dio posesión fluida y verticalizó algunos balones, pero poco más. Cuando apareció cerca del área, pudo disparar, hacer pases para rematar y asistir a un gol, como lo hizo en el minuto 28, lanzando un balón aéreo para que Akturkoglu anotara en su debut, con un elegante desvío. Y Kokçu lo ha hecho muchas veces como esta última temporada: más que un 9,5 para jugar entre líneas o un 8 para construir atrás, es, sobre todo, un centrocampista interior que necesita jugar en zonas de definición.

Rollheiser, que desempeñaba este papel, ni siquiera estuvo bien en el juego, con muchas pérdidas de balón, pero también algunas recuperaciones. ¿Sería inapropiado intercambiar los roles argentino y turco, incluso aprovechando la intensidad de Rollheiser sin balón?

Juego resuelto temprano

El Benfica no fue precisamente capaz de crear oportunidades: Di María descontento, Akturkoglu no es un puro “abrelatas”, Pavlidis con poco ingenio en los apoyos frontales, Kokçu lejos del área y Rollheiser algo perdido como segundo delantero, a pesar de ayudar más tarde a equilibrando al equipo en su 4x3x3 y dando, por extensión, más descanso defensivo a Kokçu.

Y el equipo iba acumulando un elevado número de pases fallidos: algunos por mala acción técnica, otros por mera falta de coordinación entre el pasador y el receptor, algo comprensible en un sistema que no es del todo disruptivo para el de Schmidt, pero que tiene algunas diferencias. Había, sin embargo, cierta energía y velocidad circulando, lo que ya era evolución.




El 2-1 llegó en el 34′, en una jugada un tanto extraña. Un córner corto envió el balón al segundo palo para rematar de cabeza Otamendi y Adriano, sin entender muy bien por qué, decidió dejar de seguir a Florentino, permitiendo que el centrocampista cabeceara sin marca.

Santa Clara resultó ser un equipo curioso. Es el equipo detrás de los “grandes” el que más balones recupera en el último tercio y el que menos centros permite a sus rivales. Y es que es una de las jugadoras que menos tiempo pasa en su tercio del campo y menos tiros permite.

Estos cuatro datos hacen pensar que el equipo no baja demasiado la defensa e intenta recuperar muy arriba y eso se vio por momentos. Había una clara atracción por presionar, pero con un impulso enfriado en este juego: los extremos a menudo estaban a medio camino entre presionar o cerrar el pasillo, vacilando entre el hábito de la época y el plan específico de este juego.

En el minuto 47, un córner de Kokçu acabó con un buen cabezazo de António Silva. No se puede decir que el Benfica no ganó, porque lo hizo –sobre todo más que el Santa Clara–, pero el segundo y el tercer gol acabaron saliendo un poco “de la nada”, en balones muertos que no demostraron una especial habilidad para marcar. . crear en ataque posicional.

El Benfica “mató” el partido en el minuto 59, en una jugada en la que el plan de juego de los azorianos dejó al equipo expuesto a un balón largo. Di María fue lanzado al espacio y, aislado, le hizo un sombrero a Gabriel Batista.

No había nada más que sacar de este juego, ni para uno ni para otro.





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