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¿Alguna vez ha tenido clamidia? Es posible que todavía esté escondido en su intestino

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La bacteria que causa la clamidia podría ser más complicada de lo que creíamos. En un nuevo estudio de esta semana, los científicos han encontrado evidencia de que estas bacterias pueden esconderse en nuestros intestinos. Los investigadores afirman que los hallazgos podrían explicar por qué algunas personas experimentan recurrencias de clamidia incluso después de un tratamiento exitoso con antibióticos.

La clamidia en humanos es causada por clamidia trachomatis (otros animales, incluidos los koalas, tienen su propia versión). Es la infección de transmisión sexual más comúnmente reportada en los EE. UU., con más de 1,6 millones de casos documentados en 2022. Aunque la mayoría de las personas infectadas no enfermarán, algunas experimentarán síntomas espantosos como sangre al orinar, secreción genital o dolor y sangrado rectal, según sobre dónde se encuentra la infección. Los casos de clamidia no tratados pueden provocar complicaciones que cambian la vida, como enfermedad inflamatoria pélvica, artritis e incluso infertilidad, al tiempo que aumentan el riesgo de contraer otras ITS.

Esta nueva investigación fue dirigida por investigadores de la Universidad de Würzburg en Baviera, Alemania, que esperaban llegar al fondo de un misterio persistente sobre la clamidia. Aunque las infecciones siguen siendo muy tratables con antibióticos (al menos por ahora), algunas personas volverán más tarde al médico con otro ataque de clamidia. Cuando los científicos observaron estos casos, a veces descubrieron que las personas fueron reinfectadas por cepas genéticamente idénticas o muy similares a la bacteria que las infectó por primera vez.

Es posible que algunos de estos casos provienen de una infección que en realidad no fue tratada completamente, de tener relaciones sexuales con la misma pareja no tratada que originalmente propagó la infección o de jugar con un juguete sexual contaminado por un uso anterior (esto es menos probable ya que las bacterias no viven muy mucho tiempo fuera de nuestros cuerpos). Pero algunas investigaciones también han sugerido que las bacterias clamidia pueden establecer un reservorio oculto en otras partes del cuerpo, lo que les permite persistir y causar problemas nuevamente cuando las condiciones son adecuadas.

Otras especies relacionadas con C. trachomatis Se sabe que viven habitualmente en los intestinos de sus huéspedes, lo que da a entender que nuestra bacteria clamidia también puede esconderse allí. Pero hasta la fecha, las investigaciones que demuestran que la persistencia de la clamidia es posible se han realizado en gran medida en animales. En este nuevo estudio, publicado este mes en la revista Más patógenoslos investigadores dicen que se han acercado más a establecer que esto realmente puede suceder en las personas.

Los científicos cultivaron organoides intestinales humanos (versiones miniaturizadas de nuestros órganos o tejidos) en el laboratorio y luego probaron si la bacteria clamidia podía infectarlos con éxito. Los organoides fueron creados para parecerse a las capas de células que recubren nuestro intestino. Los investigadores encontraron que las bacterias no eran muy buenas para infectar la superficie “apical”, o la capa de nuestros órganos expuesta a un ambiente externo, de los organoides. Pero las bacterias podrían infectar fácilmente los organoides intestinales a través de la superficie “basolateral”, o la capa de células conectadas a otros tejidos y estructuras subyacentes, incluidos los vasos sanguíneos. Y cuando los investigadores observaron más de cerca las bacterias que infectaban estos organoides, detectaron un enemigo familiar.

“En este caso, encontramos repetidamente formas persistentes de la bacteria, que pueden identificarse claramente con su forma típica bajo el microscopio electrónico”, dijo el investigador principal Pargev Hovhannisyan, catedrático de microbiología de la Universidad de Würzburg, en un declaración de la universidad.

Los hallazgos por sí solos no proporcionan pruebas definitivas de que la clamidia pueda permanecer en nuestros intestinos, advierten los investigadores, por lo que será necesario trabajar más para confirmar y comprender mejor este fenómeno. Quedan otras preguntas por responder en caso de que este riesgo sea genuino, como cómo exactamente las bacterias de la clamidia llegan al intestino y las células específicas en las que prefieren esconderse. Pero todo lo que aprendamos no debería cambiar la forma en que las personas sexualmente activas se protegen contra estas bacterias. Sigue siendo importante hacerse pruebas periódicas para detectar clamidia y otras ITS (al menos una vez al año, aunque posiblemente con mayor frecuencia si tiene varias parejas), considerar el uso constante de condones u otros métodos de barrera y terminar todo el tratamiento con antibióticos si contraer clamidia.



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